jueves, 2 de junio de 2011

corresponsabilidad

Refiriéndonos a los jóvenes como un colectivo muy diverso (estudiantes, empleados, parejas…), cabe hablar de la convivencia entre ellos. Cuando dos o más personas deciden emanciparse, por circunstancias laborales/económicas recurren a lo que hoy es la mejor opción, el alquiler, por lo que en primer lugar hablaremos de convivencia doméstica. Los que dan el paso tienen que plantearse la búsqueda del “equilibrio”. Equilibrio en todas las esferas que comportan y componen la vida: el trabajo remunerado (también llamado trabajo productivo) y el de cuidados ni reconocido, ni remunerado (lo que viene a ser “el amo y ama de casa” y denominado reproductivo) y los espacios personales de ocio y tiempo libre.
Haciendo referencia a  los cuidados no reconocidos y no remunerados, tradicionalmente, las mujeres se han especializado en este trabajo, el doméstico,  como pieza fundamental del modelo de familia y de sociedad patriarcal, mientras que los hombres debían conseguir un trabajo remunerado con el que mantener económicamente a la familia.
Este modelo se ha roto: las mujeres también acceden a trabajos remunerados extradomésticos y han dejado de estar especializadas en el trabajo doméstico, lo que obliga a replantear el reparto del tiempo de trabajo doméstico y el aprendizaje de habilidades por razón de género. No hay que olvidar que esto conlleva hacer cesiones personales (a chicos y a chicas sin tener en cuenta más condición). 
Este ejercicio, que puede ser costoso física, psicológica y socialmente, también resulta serlo gratificante. Obteniendo mayor autonomía personal en tareas asignadas a priori a los géneros a los cuales no pertenecemos y dándole la importancia que tienen a las personas que conviven con nosotros siendo igualitarios y no egoístas.
Por tanto, es hacer equitativo el reparto de este trabajo en las distintas formas de convivencia doméstica (en casa con los padres, independizados, con parejas, estudiantes, jóvenes profesionales, etc.) una vez haya desaparecido la figura de la mujer especializada (madre, hermana, novia, etc.), haciéndonos responsables de nuestra convivencia no dependiendo de la figura anteriormente mencionada, o de los servicios contratados (mayoritariamente ocupados por mujeres).
A todo este entramado es a lo que llamamos CORRESPONSABILIDAD, más concretamente corresponsabilidad doméstica.   Por lo que, no debemos olvidar que todas aquellas personas que deciden convivir, deben corresponsabilizarse de las tareas que plantea o exigen la misma convivencia. 
 

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